Maratón de Barcelona 2010.

Ya estoy aquí, dolorido pero orgulloso después de haber conseguido superar uno de los mayores retos a los que me había enfrentado hasta ahora.

La aventura comenzó el viernes cuando nos desplazamos para Barcelona: Jesús (bekele), María, Elena, Alfredo, Rosi y yo.

Desde el primer momento los dioses comenzaron a mandarme señales fáciles de interpretar.

1. No llovía.

2.Justo detrás del hotel había una tienda de electrónica cuyo cartel era este:

3.Cuando llegamos a la recepción me asignan la habitación 302, que fue la que tuve durante 5 años en el Colegio Mayor.

Todo hacía presagiar un buen final.

El sábado tocaba recoger dorsales y visitar Barcelona, así que optamos por una forma de turismo que se adaptaba a las necesidades de un corredor: el Bus Turístico.

El día clave comenzó a las 6:15 a.m.. Tocaba desayunar en el baño de la habitación del hotel para no molestar demasiado a las respectivas. Imaginad lo cutre de la situación: un tío, en calzoncillos, desayunando sentado en la taza del inodoro.

En pocos minutos ya estábamos Bekele y yo en el pabellón donde había que dejar las mochilas. Allí conocimos por fin al ilustre Manuel Binoy, que me tranquilizó bastante con la frase "Te saldrá bien porque le tienes mucho respeto a la Maratón". Posteriormente acudimos a la quedada organizada por Carles Aguilar (Un placer conocer a tanto crack).

Comienza la carrera.

Los primeros kilómetros pasan rápido. Cojo de referencia a dos corredores que van con una camiseta de "Tibet Libre". Su ritmo me va bien pero decido abandonarlos alrededor del km 10 porque estaban empezando a ser bastante irregulares. Tan pronto me hacían un km a 5:57 como a 6:20. Pienso que eso no me va a venir bien y opto por hacer la guerra por mi cuenta.

Esto me dura poco porque se me pega un corredor veterano holandés con el que comienzo a hablar en inglés. Me dice que tiene 61 años y que es su trigésimo maratón. La situación era surrealista: yo, de Toledo, corriendo en Barcelona mi primera maratón codo con codo con un corredor holandés con más de 30 maratones a sus espaldas (esto es lo bueno del running).

Pasamos la 1/2 Maratón en 2:12

En el kilómetro 27, el "holandés errante" me dice que me abandona por que necesita ir "a little bit slower". Y me despide con un "Take it easy".

A esas alturas, a 15 kilómetros del final, empiezas a pensar de todo pero yo me centro en convencerme a mi mismo de que esa distancia la había corrido muchas veces entrenando. "¡15 kilómetros no son nada!", me repetía una y otra vez.


Empiezo a pensar que debo andar con pies de plomo si no quiero estrellarme contra el muro, pero la sensación de ir adelantando "cadáveres" me anima.

Superado el km 32, ya entro en territorio desconocido. Cada metro que avanzaba, suponía un nuevo record personal para mi.

Cuando peor lo he pasado es entre los km 35-37, pero no creo que se pueda considerar como "El Muro". Casi había más gente caminando que corriendo, y ya no había un pelotón compacto. Cada uno iba haciendo lo que podía. Miradas clavadas en el suelo que solo se alzaban para recoger el agua de los avituallamientos.

Empiezo a dedicar kilómetros a la gente para así levantarme la moral: Éste por mis hermanos, éste por mis padres, ... . De este modo, supero el momento más crítico de la mañana y sigo sin ver el muro.

En el 38 me emociono y se me saltan las lágrimas de sólo pensar que voy a conseguirlo.

En el 40 me esperaba mi legión de animadores. Al que primero veo es a Alfredo que rápidamente me nota que voy bien y me anima muchísimo, así como Elena, María y Rosi, que estaban a unos metros de distancia

Iba siguiendo la estela de una chica a la que tengo que dejar abandonada a su suerte después de que se la subieran los gemelos.

En el 41 Bekele, que ya había terminado hacía rato, me pega cuatro voces que me hacen superar esa última subida con la moral por las nubes.

Ya la veo, ahí está la tan preciada meta. Llevaba buscándola toda la mañana y allí estaba, en el mismo sitio de donde habíamos salido.

Miro mi reloj y veo que es posible acabar en 4:30, aunque mi Garmin me iba marcando un desfase de 200 metros más. Según mi programa de entrenamiento ese era el mejor tiempo al que podía optar, así que aprieto lo que puedo. No me lo creo. Estoy allí en la recta final que tantas veces había visto en vídeos de otros corredores. Ahora el protagonista era yo.

Por fin cruzo la meta en 4:30:52. ¡¡¡ CONSEGUIDO!!! ¡¡¡SOY MARATONIANO!!!

Me quitan el chip, me ponen la medalla ... (¡¡bendita medalla!!), y ya sólo me queda recuperar mi mochila para lo que tengo que subir unos terribles escalones que hacen que me plantee subir de culo.

Una vez recuperado el móvil, llamo a mis padres y hermanos, aunque casi no me sale la voz de la emoción. Me reuno con mis acompañantes y me entero de que Bekele ha hecho un tiempazo (3:27).

En fin, que ya nadie me podrá quitar de la cabeza y del corazón la sensación de haber sido capaz de acabar una maratón.

Gracias a todos.

Mañana más fotos.