viernes, 6 de febrero de 2009

De Los Fernández Y Sus Aventuras

Resulta que llevo un par de días pachucho visitando al Sr. Roca más asiduamente de lo que me gustaría, pero esto no implica que la actividad deportiva de los Fernández se haya truncado.

Emilio y Lourdes, esperando ya que empiece la temporada de pista, han tenido que afrontar sus respectivas competiciones en fútbol sala y volley-ball.

Las rivales de Lourdes no se han presentado lo cual da mucha rabia porque a estas edades lo que quieren los niños es jugar y pasárselo bien. Lo de ganar por incomparecencia está bien pero no te deja satisfecho.

Una vez superado el momento de frustración inicial mi hermana, mi cuñado y mi sobrino, junto con dos madres más se han tirado al ruedo y han decidido que la cosa no podía terminar así, que si habían venido a jugar, había que jugar y han retado al equipo de Lourdes a un partido.

El momento álgido del partido ha tenido lugar cuando el abuelo Fernández ha decido, a sus 71 años, que no podía perderse esa oportunidad y se ha metido a jugar. Su actuación, según me comentan será recordada por los siglos de los siglos ya que incluso una vez se ha tirado en plancha a por un pelota (o más bien se ha caído) perdiendo las gafas, la gorra y la vergüenza por el camino. Mi madre se moría de risa contándomelo.


Por lo que me han contando la cosa ha estado divertida,

Ayer además me llamó Jesús, compañero de fatigas (aunque él se fatigue menos que yo) diciéndome que había leído por ahí que va a ver una media maratón en la Vía Verde de la Jara.



Esta vía (104 km en total: ida y vuelta) fue la primera que hice en bicicleta. La hice junto con mi amigo Jaime.

Era de las primeras rutas largas que hacíamos y realmente pagamos la novatada.

La vía empieza en Calera y Chozas (pueblo de la zona de Talavera) y se suponía que llegábamos a otro pueblo (Santa Quiteria). Por ello salimos con el agua justa para hacer los 52 km de ida, repostar en Sta Quiteria, comer tranquilamente (a ser posible con melón incluido) y volvernos después de descansar un poco.

Todo empezó bien: buen ritmo, buenos ánimos y recorrido bonito. Algo que caracteriza esta ruta es la gran cantidad de túneles que tienes que atravesar.

En el kilómetro 50 ya íbamos apurando las últimas gotas de agua de que disponíamos, la temperatura ya era cercana a los 37 grados y la imagen del melón fresquito ya no quería abandonar nuestras mentes.

Llegamos a Santa Quiteria y para nuestra sorpresa aquello no era más que una estación abandonada de tren, y los únicos seres vivos que habitaban aquellos lares eran, a parte de la vegetación, unas cuantas ovejas (sin pastor ni nada), que también se sorprendieron al vernos.

Lo primero que pensamos fue que no iba a ser muy adecuado comernos el bocata de chorizo y jamón que llevábamos para almorzar, y lo segundo,.... ¿¿¿¿¿Cómo volvemos sin agua????.

Tuvimos que hacer de tripas corazón y beber de los charcos donde estaban bebiendo las ovejas. Incluso estoy seguro de que más de un pelo de oveja tuvo que pasar por mi garganta aquel día.

La temperatura ya superaba los 40º cuando decidimos iniciar el camino de vuelta. La verdad es que se nos hizo muy largo. El agua con pelos de oveja se nos acabó muy pronto y la única fuente que había, nos habían dicho que estaba en el kilómetro 12 (en el 40 del camino de vuelta), así que tuvimos que parar a beber del agua que se quedaba almacenada en los túneles.

Ya no podíamos hablar entre nosotros porque teníamos la boca totalmente pastosa y no nos entendíamos. Íbamos totalmente deshidratados. Ya empezaba a ser incluso peligroso.

Llegamos como pudimos al kilómetro 12, donde se suponía que tenía que haber una fuente... pero.... allí no había nada. Casi lloramos.

Minutos después llegó uno de los momentos de mayor felicidad que he experimentado en toda mi vida. La fuente estaba en el kilómetro 10 y yo casi me la paso. Menos mal que Jaime iba más atento.

No exagero si digo que me bebí 5 litros de agua, más todo lo que me tiré por encima. Era como encontrar un oasis en el desierto.

Allí estuvimos más de 10 minutos, luego reemprendimos la marcha y cuando llegamos a Calera y Chozas, después de cambiarnos de ropa, entramos en un bar y dejamos al camarero alucinado al pedirle 4 "aquarius" (recordad que sólo eramos dos).

Aquel día se nos hizo duro, pero hoy nos reímos mucho contándolo.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y doy fe que contándolo de viva voz y sobre todo intercalando los comentarios tuyos y de Jaime, la cosa mejora.
Dicen que "el que mucho corre, pronto para" pero te vas a cepillar un refrán así por las bravas. Well done!
David" Gulus"

Anónimo dijo...

Yo soy el otro que hizo aquella via. Soy Jaime y los hechos son como los relata Victor. Eso si, falta un detalle, la caida que tuviste casi llegando de vuelta a Calera y Chozas.

VICMAN dijo...

Es verdad, es que con la emoción de lo de la fuente creo que he borrado aquella caída de mi mente.

Anónimo dijo...

Aclaración sobre mi caída,mientras competía en un encuentro amistoso de voleibol, cuasifamiliar:

Cierto que me caí suavemente al intentar recuperar un balón que mi compañero, en realidad mi yerno, había perdido.
Como perro viejo supe apoyarme en el hombro y así amortiguar el golpe.
Me levanté rápidamente y contemplé rostros asustados en mi alrededor. No pasó nada.
Pero algo tuvo que suceder y el golpe no fue leve, pues resulta que yo que cojeaba hacía, incluso, años, de repente me encuentro bien. ¡ Esta vez ha sido mejor el remedio que la enfermedad ! ¡ adios la cojera !
Consecuencia: prometo por mi honor y mi salud no volver a competir más, pues la edad no perdona.
El yacente osado.

Anónimo dijo...

Esta historia es mítica donde las haya. La verdad es que se merecía estar escrita en este blog, lo que pasa es que pierde bastante gracia sin escucharla en la voz de los dos protagonistas. Que risas nos hemos pasado escuchandola.
Eva

Anónimo dijo...

hola he descubierto este blog por una revista y lo visitare bastante, nosotros tenemos otro blog Los Pataliebre. un saludo