Lo que realmente queda

Para los que no hemos nacido con un físico portentoso (de hueso grande, que decía mi abuelo), terminar una maratón supone llevar tu cuerpo al extremo más extremo de todos los extremos, así que me estoy pensando solicitar al Ayuntamiento un asistente social que me ayude a quitarme los calcetines y a bajar las escaleras de mi casa.

No obstante, la maratón tiene muchísimas cosas que hacen que todo esto merezca la pena.

Siempre quedarán en mi memoria :

- El grado de compromiso que hay que adquirir cuando te decides a afrontar los 42 km.
-El día antes, y las dudas que me invadían (que desayuno, cuantos geles me llevo, que calcetines...).
-Los nervios previos a la salida y esas ganas de orinar que siempre aparecen 10 minutos antes de que se de el pistoletazo.
- No hay muro que valga si se ha entrenado y se ha planteado la carrera de acuerdo con tus posibilidades reales.
- Lo bien que se va durante los primeros 25 km.
-Llegar al km 35 y saber que has hecho bien los deberes, que has elegido una buena estrategia de carrera, y que vas a llegar a meta.
- Aquel niño rubio que, en el km 37, y con sólo un altavoz, impedía que ningún corredor se parara a su lado.
- Esos 20 metros que Alfredo corrió conmigo en el km 40 mientras me animaba.
- El km 38, que fue donde averigüé que se puede llorar (de emoción) y correr al mismo tiempo.
- El grito de Bekele en el Km 41, que casi estaba más emocionado que yo, cuando me vio.
- La sensación de soledad que se puede tener aún estando rodeado de corredores por todos lados.
- Lo mal que se pasa viendo a corredores que ya van de vuelta cuando a ti todavía te quedan 3 km para llegar a ese punto.
- Los ánimos de Elena, Rosi y María que me ayudaron a continuar hasta el final.
- Los últimos 200 metros y la sensación de haber terminado una carrera que empezó hace más de 6 meses.
- El abrazo con mis compañeros de viaje.
- Las conversaciones telefónicas de después y las ganas que tenía de contároslo todo.
-...

Y ahora algunas fotos:




Km 35.

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